SANTIAGO CÁRDENAS
(1937 – )
Santiago Cárdenas cree en el óleo. Y maneja tan bien la perspectiva y el color que puede engañar fácilmente el ojo de cualquier espectador y hacerlo dudar sobre si el mundo que percibe existe o es mera ilusión.
El artista colombiano, nació en Bogotá el 4 de diciembre de 1937. Al cumplir los diez años de edad, se mudó con su familia a Pelma, Nueva York. Ahí inició sus estudios de arquitectura en la Rhode Island School of Design, que deja a medio camino para dedicarse por completo al arte.
A los 22 años de edad, recibe el Premio de Pintura del Providence Art Club. Es ganador de una beca de la Cummington Art School de Massachussets para el curso de verano. Dos años después, en 1960, se gradúa de Bachelor of Fine Arts en la Rhode Island School of Design. Luego hace un viaje a México, en el que se interesa por las manifestaciones precolombinas y el muralismo. El servicio militar que tuvo que prestar en el ejército de los Estados Unidos no le impidió estar en contacto con el arte. En ese período viajó a Francia, Italia y España.
Su primera exposición individual se concretó en 1963, en la Asociación de Arquitectos Javerianos en su Bogotá natal. Un año después, obtuvo el Magíster of Fine Arts en pintura de la Yale University. Se ve influenciado por el Pop-Art, hasta que descubre la representación hiperrealista de objetos cotidianos, temática que le ha acompañado por los últimos 50 años de carrera.
Sus creaciones se caracterizan por la ausencia de las texturas gruesas que, tradicionalmente, han sido asociadas a las pinturas hechas con base de aceite. “Detesto el acrílico. El óleo quedó proscrito en el arte moderno hace 50 años, cuando yo estaba estudiando Bellas Artes, pero en esa época se decía que incluso ya no se podía pintar, que eso estaba acabado, que se había hecho todo lo que se podía hacer con eso. Fue cuando dije que no estaba de acuerdo”.
Cárdenas ha dedicado buena parte de su vida a investigar el óleo. Lo escogió como muestra de resistencia. Siempre le ha llamado la atención que existan cuadros pintados hace 500 años o más que permanecen intactos en los museos. “Es un material que una vez que se seca queda igual a como lo pintaste. Hay que saberlo usar. No emplear los que son muy venenosos, que tienen plomo. Utilizo otros óleos, sé cuáles son los peligrosos y los sé manejar”.
Según la periodista de artes visuales Carmen Victoria Méndez, Santiago Cárdenas no escoge los objetos que representa al azar. “Lo hace como parte de un proceso de observación minucioso, inspirado en la manera en que los impresionistas franceses abordaban la pintura al aire libre. Al igual que ellos, Cárdenas trata de pintar la luz. Su obra también está influenciada por Josef Albers, un creador y pedagogo de la Bauhaus que estudió el color y la abstracción. Y le gusta René Magritte por ser un pintor de ideas”.
En su trabajo insiste en la construcción de paisajes a partir del juego de las sombras. Las flores se presentan como excusas reiterativas para hablar de la profundidad de campo. “Cuando era joven, mi padre me recomendó que pintara paisajes porque se vendían más rápido. Le contesté despectivamente que eso había pasado de moda. Después me arrepentí. Hace unos años comencé a ver las sombras de los árboles que se reflejaban en una de las ventanas de mi taller. Fue como una revelación. Era mi padre diciéndome que debía pintar paisajes”.
Sus planteamientos también se trazan alrededor de los espacios en blanco, de elementos visuales perfectamente dibujados que emergen de los cuadros en varias dimensiones. “El mayor susto de un artista es cuando se para frente a la tela, porque es tan perfecta que cualquier cosa que haga la vulnera, la desbarata, la agrede. Intento recomponer ese blanco, que quede al menos igual a como estaba en su perfección. El reto es ese, devolverle la pureza pictórica a ese espacio”.