LYNN CHADWIck 1993

LYNN CHADWICK: DESDE LA GEOMETRÍA DEL TERROR A LAS ESCALERAS

Por Beatriz Sogbe

Los que conocemos y, por horas, hemos hablado con Lynn Chadwick (U.K.,1914) sabemos de su sencillez y de su profundidad. No es hombre de poses, ni de frases elaboradas. Probablemente el periodista que lo entreviste, al inicio, se sentirá defraudado por la simplicidad de su lenguaje que contrasta con el peso enorme de una obra extraordinaria. Finalmente, el interrogador terminará por sentirse, sin querer, siendo este el analizado. Chadwick, persistente amante de la jardinería, de la filosofía y de la arquitectura – aunque esto último lo niegue reiteradamente – tiene una profundidad y una claridad de análisis capaz de derrumbar razones poderosas con una demoledora frase sencilla, pero plena de significados.

Quisiéramos, los que conocemos y admiramos su obra, hacer un análisis que, corta y contundentemente, como él lo quisiera, definiera un trabajo cuya permanencia tiene ya 45 años.

ALGUNAS APRECIACIONES SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LA ESCULTURA INGLESA DESPUÉS DE LA 2da GUERRA MUNDIAL

Siempre nos ha entusiasmado el origen de las cosas. Probablemente para tratar de adquirir habilidades proféticas que le permitan a uno dar luces sobre nuevos avances o retrocesos. En el caso de la escultura inglesa -como en el cine italiano de la mitad del siglo XX-, nos ha interesado cómo fue posible tantos y tan buenos artistas en un lapso tan breve.

A Chadwick le hemos hecho esa pregunta varias veces. En su caso -y el de Reg Butler- admite que al finalizar la guerra había muchos proyectos de arquitectura por hacer, pero no había liquidez para su ejecución. Así que ambos decidieron hacer escultura. Finalmente, Chadwick admite que «hay un ambiente especial en Inglaterra que permite hacer escultura».

¿Cuál es ese ambiente? Chadwick no supo definirlo, pero nuestra obsesión por el tema nos permite afirmar que reside básicamente en dos cosas: Una, la ausencia de una tradición escultórica -que daba libertad plena de técnicas y estilos, y la otra, los magníficos críticos de arte ingleses. Podría añadirse que la existencia de los grandes Museos Británicos, o un clima que invita a la introspección, o la presencia de una gran cantidad de filósofos y escritores ingleses, o la adoración persistente de los británicos por lo místico, o quizás hasta la apertura de ideas luego de la severidad victoriana. Pero ello solo serían añadiduras a unas aproximaciones básicas.

BREVE APROXIMACIÓN AL DESARROLLO DE LA OBRA

Los estudios académicos de arquitectura serán las pautas fundamentales en los primeros años de la obra del artista. La influencia del racionalismo de Le Corbusier y de la escuela Bauhaus serán aplastantes en el novel escultor. Esto se reflejará en una obra básicamente abstracta que buscaba señalar un volumen sobre un apoyo liviano. También la persistencia de lo geometrizante y un deseo de elevar el volumen por encima del piso. Esto daría como consecuencia las primeras experiencias con los móviles que, finalmente, cederían ante la obra estática.

La obra estática iría madurando en la medida que Chadwick fuera resolviendo problemas técnicos. Para el artista su desconocimiento del oficio redundaría en un avance lento del trabajo, pero a su vez, le permitiría una gran libertad de crear sin tener los patrones académicos tradicionales. La técnica de la soldadura con varillas de acero -ideada por él-, la iría perfeccionando, añadiendo, quitando y rellenando con materiales no convencionales, lo cual fundamentalmente daría forma al lenguaje plástico del artista.

La evolución de la obra estática daría como resultado unas piezas de evocación antropomórfica. Figuras en las que hay una persistencia de la geometría y del balance y del equilibrio. Había dado paso de lo abstracto pleno hacia lo vital. La forma vendría dada por las varillas soldadas, pero su formación racionalista lo llevará a un constructivismo, a un facetamiento de la morfología. Eran piezas rugosas, que niegan el goce táctil – probablemente para alejarse de las proposiciones redondeadas de Moore, Hepworth y Brancusi. Allí el disfrute es el de la forma, el contraste con las luces y la belleza simplificada de lo orgánico. Es un Chadwick duro, con la fuerza del hombre joven que se antepone a lo establecido. Piezas que retan. Seres alertas al ataque y desafiantes ante el conocimiento de su propio saber y contundencia. En 1956 Lynn Chadwick obtiene el Gran Premio de Escultura en la XXVIII Bienal de Venecia. El mundo se rendirá ante la nueva propuesta inglesa representada por sus nuevas generaciones de escultores.

Chadwick desarrollará, posteriormente, una nueva etapa donde estos seres siempre permanecerán atentos, vigilantes, pero ahora plasmarán una sensación de ineptitud y de tranquilidad. En su incesante búsqueda introducirá en la textura rugosa el elemento liso y brillante de sus rostros o de sus torsos. Sería el nacimiento de las «Elektros». Estas verían la luz con el desarrollo de un tercer soporte -gracias a un paso técnico-, pero también sería un avance plástico. Los «Elektras» reflejarán un humanismo en el artista. Del facetamiento geométrico inicial el artista se permite redondear el torso y la presencia de la asimetría en el balance de la pieza.

Para los años ‘60 la figuración en sus piezas era definitiva. Había abandonado las resoluciones geométricas en tetraedros del pasado para, finalmente, indagar en respuestas de exclusiva remembranza antropomórfica. Al final de la década, permitió que las «Elektras» descansaran, aunque insistirá en figuras pacientes que gustan de escrutar al hombre.

A inicios de los años ‘70 aparecerán las figuras aladas (Winged Figures). Allí se definiría, aún más, el sexo de las piezas. Buscando similitud con viejas reminiscencias místicas definiría a la mujer con rostros triangulares, y a la figura masculina, con rostro rectangular. Persistirá la búsqueda de los cánones humanos, pero con una magnífica mutación en el torso que transformaría los brazos en una suerte de alas triunfantes. Posteriormente, realizará otra serie con capas duras y simétricas, que hablan de la superioridad intelectual o social de estos nobles de la sociedad.

En esa misma década, la obra, suavemente, comienza a moverse. La envoltura se transforma y la geometría va desapareciendo en el manto posterior. Los trajes de la figura femenina se ondean al ritmo de la brisa. El artista ha renunciado a las «formas constructivas». La «geometría del terror» de la que hablaba el crítico inglés Herbert Read en los años ’50 – recién finalizada la 2º Guerra Mundial-, ha desaparecido para dar paso a un hombre golpeado, indulgente y humanista. Un fenómeno que se repetiría en el resto de los escultores ingleses de la misma generación de Chadwick.

En una evolución sostenida de movimiento y libertad aparecen a inicios de los años ’80 los «High Wind» (fuerte viento). La emancipación de las formas anteriores sería casi total.

En un auto revisionismo de las proposiciones de los años ’50 Chadwick resuelve en nuevos lenguajes y técnicas, a las «Bestias». Así surgen unos seres en aluminio cuyas primeras propuestas disfrutamos en el año 1991 en la gran retrospectiva que le dedicó el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber (MACCSI).

La etapa más reciente de la obra del maestro la conforman» Stairs» (escaleras). Estas son un regodeo con el movimiento, la forma y la alegría. Es el hombre que disfruta su libertad, olvidado ya el fantasma del terror. Son seres que suben y bajan graciosamente escalerillas y cuyos cuerpos se mimetizan con la geometría de la gradería. Figuras anónimas que van y vienen en espacios infinitos. Es el goce del maestro cuando conoce los más íntimos secretos del oficio y tiene la libertad de desdoblar y reinventar su propio lenguaje. Chadwick será siempre un artista incansable de eternas búsquedas. Su mirada aguda e incisiva parece crecerse con los años. Definitivamente, con el paso del tiempo, la obra de Chadwick pasó de la rigidez briosa de un riachuelo juvenil al suave ondular del sapiente río maduro.

DICIEMBRE 1992.