Santiago Cárdenas 1991

Ilusión y Verdad

ARTE Y ENGAÑO:

Los cuadros de Santiago Cárdenas han engañado a todo aquél que se ha enfrentado a ellos de manera desprevenida y desprejuiciada. Esto no debe molestarnos o extrañarnos, porque la ilusión ha sido desde siempre uno de los motivos centrales del arte. Ahora, es lícito preguntarse ¿por qué Santiago Cárdenas introduce el “trompe-l’oeil” en sus cuadros a través de la tridimensionalidad, la luz, la tiza, y de elementos como, la pizarra, marcos o cualquier objeto cotidiano de trabajo? Ante todo, por haber logrado un alto nivel de virtuosismo plástico que va desde crear películas delgadas, que aligeran sus cuadros -dándole ese toque de liviandad que los caracteriza-, hasta borronear el óleo para lograr la degradación que crea la ilusión de tiza y pizarra. «Tenía muy presente que la pintura contemporánea se ha vuelto demasiado esotérica y que el espectador debía tener acceso a ella de forma directa y física, sin intermediarios que explicaran. Había que crear espacios que sedujeran al espectador… Se me ocurría que yo debía hacer un arte asimilable sin necesidad de explicación. Un arte que no compita con el arte, sino con la naturaleza, que entre por los sentidos.» (S.C). En los cuadros de Cárdenas no hay elementos que dificulten la percepción directa de la realidad.

Cárdenas logra un efecto sorpresa generador de una conmoción estética, que nos hace reflexionar sobre el arte, sobre la realidad y sobre nuestra condición. Si hay algo común a lo largo de la obra de Cárdenas, es que él agudiza o resalta la dimensión estética de nuestra cotidianidad y nos ayuda a remirarla desde otro ángulo «Era muy difícil que una persona quedara apática ante los cuadros: Tenían que acercarse para verificar si lo que estaban viendo era real. La gente quedaba sorprendida de haber sido engañada. A través de ese engaño, la gente cae en la trampa de tener que pensar, y al pensar comprenden que eso es pintado. La gente se pregunta cómo haría yo para lograr esa textura, esa calidad de tiza sobre el pizarrón… De eso se trata la pintura.» (S.C).

Pero el artista va más allá de esto. “El propio artista nos dice que lo que él pretende con su obra no es tanto elevar el objeto cotidiano a la categoría de arte, sino involucrar al individuo de tal manera que en un determinado momento él también se sienta como un objeto, como una parte más de esas cosas cotidianas. Es él, nos dice el que tiene que elevarse como objeto a una categoría más trascendente, no se está elevando el objeto a categoría de arte, sino que a través del arte el hombre se eleva como ser humano…” (Maria Ramírez, Resumen, Caracas, 28 de marzo de 1976). Esto nos lleva al lado socrático de la obra del artista, que intenta crear no sólo un remirar sobre la realidad externa, sino que el hombre se convierta en su propio objeto y aprenda de esta manera a conocerse a sí mismo.

Por estas y otras razones el artista tiene como tema lo que consideramos intrascendente, pues usamos los implementos cotidianos sin prestarle atención. Cárdenas con su propuesta estética nos obliga, nos lanza, a reafirmar estos objetos y convertirlos también en objeto de reflexión. Esta realidad cultural posee resonancias estéticas y existenciales, pues ellas son concreciones de una forma de ser y de relacionarse con la realidad propia del hombre tecnológico.

Es desafortunado querer encasillar a Santiago Cárdenas en una corriente plástica, pues su realismo tiene connotaciones conceptuales y simbólicas que van más allá de representar una realidad, crear un engaño o potenciar las significaciones simbólicas de las imágenes. El uso de la línea, el color, la luz, la sombra, la transparencia, la refracción, la textura, etc., se apoya en la realidad circundante para provocar reacciones anímicas en el espectador, quien aviva de esta manera su sensibilidad y capacidad de reflexión estética para que sea capaz de descubrir la poesía de cada fragmento de la realidad que lo rodea. Así, en la transparencia de una botella o en la realidad física de una pizarra, la obra de Cárdenas provoca un continuo acercamiento a la dimensión estética y a la búsqueda de lo permanente tras lo cambiante. Si desacelera el vivir este encuentro dulcificaría la naturaleza del hombre, enseñándola a gozar de la contemplación de la realidad inmediata. Estos contenidos se encuentran en cada obra de Santiago Cárdenas. El nos confronta con elementos aislados de su contexto, con relaciones inusuales en nuestra cotidianidad, uniendo en un mismo planteamiento plástico la belleza salvaje de una misteriosa orquídea y la superficie borroneada de una pizarra, donde se muestran huellas de frases y fórmulas matemáticas que para el artista tienen resonancias personales, tal como se observa en la obra Una Orquídea.

El artista conjuga así elementos opuestos, como lo natural y selvático, con lo espontáneo y académico que tienen resonancias individuales diferentes, pues van de lo edénico a las murallas culturales que expresan la negación del ser generada por la educación autoritaria. Difícilmente en nuestra cotidianidad encontraremos asociados estos elementos, y, de hallarlos, no les prestaríamos la debida atención. Por esta causa Cárdenas los descontextualiza y elimina el fondo para provocar un eco interno en el público a través de un mirar directo.

Los elementos que usa Cárdenas en sus tableros o pizarras son imágenes que en algunas ocasiones no están dispuestas: inocentemente. Un claro ejemplo de esto nos lo da el fotógrafo J. Ardila, testigo de la creación de un tríptico de pizarras de gran formato “En los tableros Santiago iba a dibujar sugerencias de una clase sobre la creación del mundo, que después iban a ser medio borradas. Una cosa complicada, en donde yo veía que primaba la idea religiosa e intangible sobre la idea del ambiente de salón de clase. Creo que cada una de esas ideas iba a encubrir la otra.

Pintaba unas líneas en óleo amarillo, que parecían tiza, y con ellas, decía, se sugería la creación del sol, la luna y las estrellas. Bueno, y luego las líneas verdes eran para sugerir la creación de las plantas, y los azules para sugerir las aguas…” (Ardila, J. 1984, p. 18). Esto nos lleva al hecho de que estamos ante un artista que, así como hace uso de lo conceptual y lo espontáneo, también retoma planteamientos llenos de religiosidad.

En muchas de las obras de la presente exposición incorpora vasos, botellas, jarras, elementos cuyas bases espaciales guardan similitud con los nichos de santos, mezclándose así las connotaciones estético conceptuales con lo existencial relacionado con lo luminoso y con la experiencia religiosa.

Posiblemente estas asociaciones sean azarosas, pero ellas intensifican las resonancias internas de las obras Estas relaciones se dan en algunas ocasiones dentro del contexto de una misma obra, en la que se unen cuerdas, ganchos, pizarras con desnudos femeninos, que nos llevan al misterio de la descorporeización, pues es una figuración hecha con trazos delineados y borrados, en la que sólo se vislumbran algunas líneas con nitidez. Así, en estos desnudos se mezcla el ser con el no-ser, la vida con la muerte. El artista crea a través de esta figuración no la sensación de realismo físico del personaje, sino el espíritu de él. Un ejemplo de esto son los ganchos y bastones. El primer elemento ocupa un lugar especial en esta muestra y va acompañado de desnudos femeninos, lo que permite crear asociaciones que dan el sentido de la obra. El gancho es el sostén de la ropa o vestido, oculta el cuerpo humano, y en ese contexto se relaciona con el desnudo, con lo cual se expresa la esencia, el espíritu de un ser. No estamos ante objetos que buscan engañar nuestros sentidos, sino ante un lenguaje plástico que busca adentrarnos en una realidad espiritual. Así como el gancho es el sostén de la ropa que oculta la corporeidad y el verdadero rostro del ser humano, el gancho también desnuda y expresa la esencia de humanidad, pues la despoja de su máscara corporal.

Asociaciones similares se dan cuando Cárdenas relaciona los desnudos femeninos con bastones En estas composiciones usualmente las figuras están en posición de desequilibrio, y el bastón da tridimensionalidad y equilibrio.

Estas figuras parecen formas indefinidas, superficies de pizarrones traspasadas por rayos de luz, creando esa sensación de espiritualidad propia de algunas de las obras de esta muestra. Esto, junto con la incorporación de elementos cotidianos dadores de tridimensionalidad, crea un fuerte gancho para atrapar la atención del público, que despierta nuestra atención hacia la realidad externa e interna.

Las obras están llenas de climas de soledad y silencio y, en algunas ocasiones, de quietud, pues son realidades que buscan ser percibidas como detenciones espacio-temporales; éste es uno de los efectos de la descontextualización plástica lograda por Cárdenas a lo largo de su obra.

ARTE Y MAYÉUTICA:

Cárdenas es ante todo pintor de pigmento y brocha, sus proposiciones estéticas tienen un andamiaje filosófico, y este sentido se percibe en cada uno de los lienzos que se muestran en la actual exposición. Existieron momentos en que Cárdenas dudó del sentido, del arte, sobre todo en los años 60, cuando fue alistado en el ejército de los Estados Unidos y pudo palpar de cerca los estragos de la guerra. Pero pronto recuperó la fe en el arte al observar en Alemania la exposición de Bacon, que le recordó la importancia del arte como factor Civilizador de la humanidad.

La mayoría de sus cuadros se sustentan en un “deber ser”, que responde a su anhelo de buscar la verdad. Por esto, Cárdenas compara el arte con la arqueología, y, en su búsqueda por mostrar una dimensión de la realidad, encuentra segmentos ignorados. El impacto que crea en el público va dirigido en este sentido.

El lenguaje plástico que ha ido madurando se orienta a lograr por diversas vías, una conmoción estética a través de la estructura espacial de sus obras, del color y de la acentuación de la tridimensionalidad. La simplificación de elementos pictóricos en la obra de Santiago Cárdenas es una evolución que se evidencia si comparamos su obra Autorretrato en Espejo. 1959, con una obra actual como Iris III, 1991. El dibujo de Cárdenas nos muestra sus personajes desde las más diversas perspectivas, esta figuración es parte del engaño pues los elementos que introduce en las pizarras, como letras, números o desnudos femeninos, tienen un valor plástico-existencial y son creados con una pincelada ilusionista que parece tiza. En ellos suele usar la sugerencia, creando una mayor interacción con el espectador. El lirismo poético de estos desnudos nos confronta con la realidad que es el arte. Así Cárdenas convierte la ilusión en una verdad.

Se transforma su estética en una especie de mayéutica socrática. pero el artista invierte la dirección del conocimiento socrático, pues no se basa en un hurgar en nuestra interioridad para que así el hombre se adentre en sus laberintos, sino que el punto de enfoque es la cáscara cultural, la realidad que nos rodea, y su examen es el instrumento para provocar el conocimiento de sí.

El artista convierte la ilusión plástica en una realidad dura, dándole un doble sentido. Al lograr engañarnos y desengañarnos, se convierte la ilusión en una realidad física, y al plasmar esencias, arquetipos, imágenes simbólicas de objetos o ideas en un sentido platónico nos confronta ante una realidad dura con una carga de verdad. «Leí en Platón que las ideas que tenemos de las cosas son más reales que las cosas mismas. Pero la idea de la mesa es solamente una. Yo llegué a pensar que estaba pintando las ideas, no los objetos. Y a creer que las ideas eran más reales que los objetos que aparentemente representan. Yo no pinto la caja de cartón, sino la idea de la caja de cartón…» (S.C.).

El engaño se complica en la obra de Cárdenas por los elementos plásticos que conforman sus obras, como, por ejemplo: las pizarras que parecen reales y no lo son; en ellas hay formas llenas de connotaciones individuales y subjetivas para cada espectador. Las pizarras son ventanas del aprendizaje, y al ser usadas como elemento de engaño, ponen en duda el saber escolar y nos recuerdan que la educación es una forma de enseñarnos a conocer una supuesta realidad dura que sólo es una convención cultural, y, por tanto, un engaño.

Al asumir este elemento como uno de los ejes de su plástica, Cárdenas da a sus obras un clima mayéutico o de enseñanza, pues ellas generan en el espectador el revivir de experiencias pasadas, de inquietudes y preguntas sobre su sentido, pues la pizarra ha sido un objeto de aprendizaje en cada uno de nosotros y la obra de Cárdenas persigue este objetivo.

El desarrollo plástico de Cárdenas no se queda en la utilización de ciertos recursos pictóricos, pues convierte el arte en una enseñanza que usa los códigos culturales de la contemporaneidad. El espectador no se encontrará ante el lenguaje duro y seco de la ciencia, sino se llenará de resonancias individuales. Así las fórmulas matemáticas escritas sobre las pizarras se convertirán en esquemas existenciales: “El escribía en los tableros cosas como 39 + (X + Y), fórmulas matemáticas que le llamaban la atención, y que en el caso de 39 + (X + Y) quería decir que él tenía 39 años y que el futuro, o sea, (X + Y), era desconocido”. (Ardila, J., 1984, p. 22). Sus figuras sugeridas nos engañan en diversos niveles, pues no estamos ante pizarras ni ante figuras efímeras creadas con tiza, sino ante un virtuosismo técnico, resultado de ser pintor de oficio. Los jarrones, vasos, orquídeas, cuerdas, ganchos, cartas, espátula, luz, refuerzan el sentido estético y filosófico de sus obras.

ARTE Y ARQUEOLOGÍA:

«Siempre he pretendido que el arte es un vehículo para llegar a la realidad o a la verdad. Cuando uno empieza un cuadro, uno no sabe cuál es la realidad o la verdad. Eso se sabe cuando el cuadro está terminado o uno deja de pintarlo… Pintar es encontrar cosas, como el arqueólogo. Pero el pintor encuentra imágenes visuales que a veces es difícil traducir a palabras. El arte es como una aventura. Uno se lanza con los ojos abiertos para ver qué logra mirar, pero no puede planear de antemano qué va a encontrar.» (S.C.).

El arte de Santiago Cárdenas está basado en la ilusión: «Encontré que el espacio pintado en una tela era irreal y al mismo tiempo real, porque una ilusión es una ilusión real, y existe en 2 ó 3 dimensiones.» (S.C) El artista convierte su proposición estética en un reto a nuestras capacidades cognoscitivas, pues nos burla y nos engaña: «Mi intención no es engañar el ojo, sino inquietar el pensamiento con la presencia de imágenes.» (S.C.). Así nos demuestra las limitaciones de nuestra percepción; nuestros sentidos nos engañan continuamente y la cultura transforma ese engaño en realidad; de igual manera Cárdenas convierte la ilusión en realidad a través de sus pizarras, orquideas, de su particular manera de plasmar la luz, o en sus figuras acompañadas de ganchos, bastones, cuerdas, El pintor nos sorprende y atrapa con su super-realismo, que se conjuga con fragmentos inacabados de algunas de sus obras, como ocurre en la obra Cara y Alambre, para que el espectador se percate de que ha sido burlado. De esta forma, la ilusión se convierte en enseñanza, pues se aprende a dudar sobre la realidad y a reflexionar sobre ella. Cárdenas impulsa al público a estar atento ante el entorno cultural para descubrir la verdad que hay tras el manto del engaño sensorial. Esta proposición es de gran importancia en una civilización en la que la mentira y el engaño se han convertido en un arte, y las verdades se ocultan o evitan, pues incomodan y molestan.

DE LA ROPA A LOS OBJETOS:

En la obra de este pintor el paso de la ropa a los objetos cotidianos, como ganchos, cuerdas, botellas, vasos, jarras, repisas, pinceles, espátulas, marcos, pizarras, está lleno de sentido, pues el interés que lo centra en la temática de la ropa es el mismo que lo lleva a prestar atención a diferentes objetos cotidianos, despojos, partes, fragmentos, prolongaciones de la humanidad. Y ello se percibe con claridad en uno de los cuadros actuales, Sin título, que tiene como tema varios objetos y un desnudo femenino. La línea del cuerpo es estática, completamente delineada; va acompañada la figura de un bastidor, un gancho y un sobre de carta dispuestos simétricamente. La composición refuerza el sentido del dibujo e interactúa con él, pues estas creaciones culturales son espiritualizadas con el uso personal. Cada elemento cotidiano posee un uso particular y su propia historicidad. Cárdenas nos llama la atención sobre esto.

TEMÁTICA:

Los cuadros de esta exposición están agrupados fundamentalmente en cuatro temáticas: Pizarras y flores, luz y flores, desnudos, rosas y ganchos, y repisas, marcos con objetos.

Pizarras y flores:

En estos cuadros el artista nos enfrenta a unas pizarras llenas de connotaciones simbólicas e individuales, pues la relación de cada espectador con ellas es diferente, la escolaridad y el academicismo las convierten en pantallas del saber y la cultura, y para Cárdenas el crear sobre ellas significa una liberación de lo racional, pues al hacerlo deja correr su temperamento con libertad, llegando a crear formas que se hunden en el subconsciente, rompiendo con la racionalidad de su plástica anterior, como son los cuadros que tiene como temática la ropa. Pero en la obra de Cárdenas nunca estaremos ante un planteamiento apolíneo o dionisíaco, lógico o temperamental; ante todo, es un artista del equilibrio, lo cual se manifiesta en los contenidos, formas, líneas y colores de sus obras. Un ejemplo de esto son las pizarras o tableros con orquídeas, entre las que se encuentran: Jarrón Chino, Una Orquídea. Iris III. Con ellos el artista nos confronta con un aspecto dionisíaco, libre y sentimental. que se expresa en las huellas borroneadas de la tiza-óleo, creadoras de formas expansivas llenas de vigor poética. Esto se expresa en el lienzo Jarrón Chino, en el que el dibujo que rodea las orquídeas semeja un torbellino de pétalos, creando una doble ilusión a través de la tiza-óleo y el lienzo-pizarra. El realismo del jarrón con su virtuosismo plástica al igual que las orquídeas son expresión de una pincelada ligera, meticulosa y racional, creadora de un realismo físico que da un toque de humorismo al conjunto, al ubicar el jarrón sobre una mesa trazada en tiza-óleo, creando una sensación de liviandad, de ruptura con la gravedad, junto a una incómoda sensación de burla y desequilibrio.

En las otras orquídeas con pizarra de la muestra introduce elementos diversos, tal como ocurre en Una Orquídea y en Iris Ill. En la primera destaca como centro visual el realismo de la orquídea, la transparencia de la botella, la refracción del agua, la tridimensionalidad de la vitrina, elementos ordenados meticulosamente sobre el lienzo, pero el fondo es gobernado por una combinación de números, letras. En la parte superior el perfil de un rostro parece disfrutar de la orquídea, su belleza, su olor y su naturaleza engañosa, atractivos de la flor para completar los ciclos de fertilidad Este perfil rosado se equilibra con los números pintados en el mismo color. El Uso de la sombra y el reflejo del agua sobre la pizarra dan un realismo, que sólo en su cercanía es desvelado.

En Iris Ill el juego entre lo irracional y lo racional es mayor, pues el énfasis del borroneado en la pizarra crea una sensación de preformación de existencia e inexistencia, de ser y no-ser, de vida y muerte, generando un clima de ilusión a través del realismo de la orquídea y la transparencia del líquido de la botella. Este paso de la forma completamente definida, delineada, a lo preformal crea un clima de tensión en muchas de las recientes obras de Cárdenas.

Luz, flores y azar:

El azar es un elemento en la plástica de Cárdenas, pues el artista da importancia a los acontecimientos o miradas fortuitas de su cotidianidad. Muchos de sus cuadros recientes son resultado de esta mirada azarosa. «Mi actitud corresponde a pintar lo que yo veo, no lo que yo sé.» (S.C) Estos elementos se han ido convirtiendo en los personajes de su plástica, tal como él los llama. En esta muestra hay dos obras resultado de acontecimientos azarosos. Cuando en su estudio una claraboya, al reflejar la luz sobre la pared le impidió pintar Cárdenas decidió pintar la luz reflejada que desde ese momento se convirtió en uno de sus personajes; de esta solución son resultado Tres Flores. En este lienzo un grupo de flores se convierte en la excusa para lograr la tridimensionalidad del cuadro y permitir desarrollar su trabajo sobre la luz, el cual es logrado con tal realismo que se toma a un espectador desprevenido buscará la fuente de luz externa a la obra que aparentemente se refleja sobre la pared o el lienzo. Un caso similar nos relata J Ardila refiriéndose a los tableros o pizarras “Recuerdo que mucho más me impresionó el cuadro de una caja de cartón colgada de la pared y sobre la cual cala una luz proveniente de una ventana del techo. De ese cuadro tengo un recuerdo profundo que me causó el impacto de ver por primera vez. Pensé que efectivamente había una ventana en el techo y que esa luz le sentaba muy bien al cuadro. Tal era la impresión que me ful hasta el sitio en donde estaba colgado el cuadro a buscar la ventana. Y no se me ocurrió cómo había hecho Santiago primero para imaginar y luego para pintar eso” (Ardila, J. 1984, p p. 17-18).

Esto nos lleva a otros sentidos de la plástica de Cárdenas: el llamar nuestra atención para dar una pausa de quietud a nuestras vidas y observar con empatía el mundo cultural que nos rodea, pues él forma parte de nosotros.

Figuras ganchos:

El gancho en la obra del representa humanización los objetos que rodean cotidianidad del hombre. Este elemento es una constante en su obra desde que abandona la figuración alrededor de los 60 y se concentra en las ropas silla o ganchos, tal como se expresa en las obras Fragmento de puerta calzón, 1967, Corbatas, 1968. Esto se manifiesta en la muestra claramente en dos obras llamadas Sin título. En la primera de ellas el gancho se incorpora a la figura, integrándose completamente a su corporeidad a manera de esqueleto. Esto nos señala el anhelo de Santiago de centrarse en los elementos cotidianos como una vía para conocer al hombre a través de sus prolongaciones e implementos. Recordemos que a comienzos de los 60 el artista tuvo como tema los automóviles convertibles acompañados de figuras femeninas o implementos cotidianos, como Plancha Paisaje, 1968, las duchas en Bañista Azul, 1966, Bañista en Rosado, 1966, Bañista en Gris, 1967, o la obra inolvidable Algo que comer, 1967. En todas ellas se respira el mismo espíritu: la búsqueda de profundizar en las creaciones del hombre que desnudan su ser. «Es que hay un misterio en aquello que uno cree que conoce, porque lo ve todos los días, y no conoce, porque no le presta atención o porque otros hechos aparentemente urgentes le roban atención… pienso que a lo mejor el gancho de ropa que yo pinto dice tantas cosas acerca de mí que lo mejor es dibujarlo muchas veces a ver si lo entiende. Esa idea me motiva pintar.» (S.C).

Las figuras y ganchos que Cárdenas presenta en esta exposición poseen relaciones van más allá de lo casual. Esto lo podemos observar en la Gancho y cabuya, en la que un gancho enredado entre la cabuya, parece detenido en el espacio, las figuras de fondo se encuentran enredadas, enrevesadas entre sí. Piernas, senos, manos, glúteos, rostros, se fusionan e interponen como indicadores del movimiento. Se crea así una tensión visual entre el espacio y tiempo que se detiene en el gancho y la cuerda y el movimiento de la figura.

En la obra Este es un gancho, la cual lleva escrita en la superior este nombre, estamos ante poético desnudo femenino, creado entre líneas que se materializan en el rostro y desmaterializan en gran parte cuerpo. Esto nos lleva a la noción de corrosión, devenir y cambio. Las engañosas líneas de las figuras vibran de movilidad, pues representan el movimiento del cuerpo que se debate con plena libertad entre la engañosa pizarra, pantalla de los contenidos internos del artista «Es el subconsciente el que comienza a pintar esos cuadros, porque ante una superficie tan grande como la del tablero, yo dejo de concentrarme y simplemente me pongo a pintar de una manera inconsciente, automática…» (S.C).

De igual forma el gancho se encuentra abierto y doblado creando una incómoda sensación de tridimensionalidad y de ruptura con la ley de la gravedad. La estructura de este elemento es un eco del movimiento del ser que expresa la figura, pues estamos ante una idea o espíritu. Las líneas, que van de la materialidad a la desmaterialización, expresan algo más que la libertad del trazo y el dinamismo o movimiento; ellas hurgan en el espíritu de la feminidad, sin cubiertas o cáscaras. Estamos ante un cuerpo desnudo hasta la internalidad, sensación que es reforzada por el contenido conceptual del gancho, objeto en el que guardamos la máscara corporal: traje o vestido.

Este mismo clima se expresa en otra obra hecha en papel. El Sombrero, en la que el rostro interactúa con una cuerda, transformándola en una prolongación del cuadro. Estos elementos o implementos que rodean al hombre se encuentran subjetivados e individualizados por el uso personal. Destacar esto es uno de los sentidos de la plástica de Cárdenas; por ello está más allá de ser un mago de la ilusión, y él nos confronta con la esencia de la realidad o su verdad.

Repisas, marcos y objetos:

En los cuadros en que Cárdenas sólo nos enfrenta a objetos, como botellas con líquido y pincel y vasos de agua sobre repisas, el ilusionismo es desconcertante. Esto se manifiesta en la obra Vaso y espátula, en la que la vitrina está sostenida en el vacío, transmitiendo un clima de ilogicidad al conjunto, de burla de la gravedad, donde la razón es asociada conceptualmente a la discontinuidad y ruptura, pues la vitrina y el vaso se encuentran aislados del fondo.

El otro grupo de obras denominadas Sin título tienen como centro visual una jarra, una botella y una botella con pincel. En esta última la vitrina no está aislada, sino atraviesa el lienzo de lado a lado buscando prolongarse en el espacio, lo cual le da a la obra una sensación de continuidad y equilibrio. Destaca la transparencia del vidrio de la botella y del líquido que contiene lo cual le permite dar una sensación de realismo exagerado, pues permite percibir la transparencia de las cerdas del pincel presionadas sobre el fondo. En estas obras la pincelada se borra creando un realismo físico. Un eminente artista venezolano al ver una de estas obras se molestó señalando que eso no era nada nuevo, que aquí muchos artistas habían trabajado con objetos, la seguridad de su juicio se vio menguada cuando se le señaló que ésos eran cuadros de objetos, y no objetos. Esta incomodidad atrapa a todo espectador desprevenido. Y plantea los problemas básicos del conocer, que es uno de los problemas filosóficos que se desprende de esta obra, lanzándonos al hecho de la imposibilidad sensorial y cognoscitiva que tenemos para aprehender la realidad tal cual es.

DE LA PINCELADA PULIDA A LA HUELLA CREATIVA:

El juego de la pincelada y la elaborada técnica ilusionista de Cárdenas logran los extremos del arte en cuanto a desarrollo del acto creativo. La pincelada en algunas obras se hace completamente invisible, creando superficies pulidas y traslúcidas, borrando toda huella del acto creativo en el lienzo, lo que refuerza la tridimensionalidad propia de sus cuadros, pero en otras obras hace visible la pincelada y el acto creativo al mostrar la huella de la pincelada, perdiendo la transparencia, la ligereza y la tridimensionalidad, efecto buscado para romper en el espectador el engaño o hechizo de la ilusión y provocar la reflexión estética.

CONCLUSIONES:

Las obras de Cárdenas señalan que estamos ante un creador que toma como tema lo que ve, no huye de la ciudad ni del hacer cultural y, menos aún, crea una pintura imaginativa o surrealista, ahí radica su importancia. Santiago Cárdenas nos enseña a través de su arte la dimensión estética y poética de nuestra cotidianidad, enriquece nuestras vidas, llena nuestro trajinar citadino de una pausa que no le damos necesaria para no olvidar lo que somos, transformándonos así en el objetivo final de su proposición estética, de esta manera su arte cumple un rol enriquecedor, nos demuestra la trascendencia del vivir.

El artista crea una realidad estética que transforma lo irreal en real, el absurdo se convierte en realidad. Pareciera que pone al público en el lugar de Tomás, el Apóstol: “Ver y tocar para creer”, tal como señalaría Jaime Ardila, pero en Cárdenas esto se transforma en: “Ver, tocar y pensar” pues su objetivo no es la creencia de un dogma, sino provocar una reflexión estética que enriquezca la vida del espectador.

A través de su lenguaje plástico podemos llegar a descubrir la ilusión, pues es éste uno de los objetivos del creador: enfrentarnos ante el juego que se da entre la ilusión y la realidad o verdad. El nos desengaña a través de la reflexión estética que engendra su obra, momento subsiguiente a la conmoción inicial, al permitir descubrir la burla gracias a la huella premeditada de pinceladas inacabadas o por el acercamiento visual y táctil Esto difícilmente puede ocurrir con la ilusión que es la realidad, pues a ella difícilmente le podemos rasgar el velo de la mentira.

La obra de Cárdenas despierta ese arcaico anhelo del hombre por encontrar la verdad más allá del devenir y de las limitaciones cognoscitivas, que de lograrse despertaría a la humanidad de la engañosa seguridad en que le hace vivir la civilización actual y su trágica concepción de Progreso Nuestra cultura se fundamenta en convertir la ilusión en realidad, la mentira en verdad, y, sólo cuando la humanidad logra corporeizar en sí el arcaico anhelo de desvelar este manto que el hinduismo llama maya y el shamán selvático el camino equivocado o el lado errado de la realidad, llegará a reconciliarse con el cosmos y consigo misma.

Eduar Planchartdo Licea.