Juan Asensio 2013

Volver a las fuentes

Juan Asensio acude a las bases primarias del proceso creativo. Nos devuelve las fuentes de construcción de la belleza. Sabe llegar—con el mayor de los despojos, con los recursos más esenciales— a la médula de la emoción. La suya es una obra cuya pulcritud atañe a la presencia de una lucidez profunda, serena, de claridad meridiana. La exactitud extrema y el rigor constructivo equilibran su dureza a través de la refinada sensualidad de los acabados finales. La levedad y lo grave conviven perfectamente. Asensio es un escultor de oficio abundante y de intensa poesía; de inconmensurable respeto por la piedra e inspirada comprensión de la geometría. Es un artista que nos permite transitar con plena libertad y fluido ritmo por entre sus formas fijas, permanentes. Con intachable pureza e inteligente destreza, ha ubicado su reflexión en una dimensión donde el arte contemporáneo habita la comunión entre racionalidad y sentimiento.

Al origen va la piedra, esa piedra que, como señala Fernando Castro Flórez, “es en todas las tradiciones símbolo del centro y de la totalidad, desde el omphalos del templo de Apolo hasta el quincunce de la mitología azteca. El exilio de la piedra es, en rigor, la pérdida del centro”. En 1982 Asensio comenzó a trabajar la piedra y con ello inició la formulación de un lenguaje propio, un alfabeto escultórico armado con la fuerza del material y la intervención de la geometría. En una misma piedra nos hace visibles las infinitas formas y modos originarios que articulan la unidad de la experiencia estética. El total dominio de la técnica le permite ir tallando sobre ellas, hasta obtener formas pulidas que surgen de giros inesperados sobre su propio eje. Las piedras, según el caso, “crecen o vibran. Giran sobre su eje. Se contraen y muestran extrañas ondulaciones”. Materia, forma e idea construyen una unidad donde las formas geométricas perfectas se van alterando sutilmente, distorsionando sus esencias: “Las opacas piedras, la médula del mundo, es reducida a formas de curvaturas geométricas, un entretejerse lúcido de lo abismal y de aquello que todavía llamamos racionalidad”. Asensio juega con la geometría y se aproxima a esas piedras “respetando su tiempo mítico, su hacerse que es su deshacerse, el ser de su estar en la noche de los tiempos”. Utiliza mármoles negros de Bélgica, Yugoslavia, granito negro de Zimbabwe, y de ellos extrae sus cualidades expresivas. Asensio sabe hablar a través del mármol sin caer en lo fácil o lo anecdótico, bajo la única premisa de activar una sensación de suavidad en la mirada donde la densidad se conjuga con lo frágil. Cada piedra tiene su tiempo, su propio ritmo.

La práctica del oficio va unida a un sólido y minucioso proceso de ejecución donde el punto de partida es el dibujo que permite esbozar la primera idea, “una aproximación a lo que será la obra definitiva”.

De inmediato pasa a desarrollar el cuerpo físico de esa primera idea: “Esta es la parte más interesante y divertida”, declara el artista, “hago cientos de pruebas y variaciones. Después, esas primeras maquetas que doy por buenas, las paso a un material definitivo, aunque todavía en formato de maqueta. Suele ser en piedra. Allí ya se pueden apreciar todos los matices que la obra tendrá en grande. Las superficies se tensan, las líneas se definen, sientes emoción y cierta euforia, es un momento maravilloso, difícil de explicar. La obra ya está prácticamente terminada. Aún así, esas primeras maquetas las voy apartando a un lugar donde reposen un tiempo antes de ser ampliadas”. Estamos ante un proceso que conjuga un ochenta por ciento de labor en talleres con maquinarias especializadas, donde el artista no interviene y un veinte por ciento en trabajo de taller personal: “con más tranquilidad, mimando la obra, cuidando de los detalles de su acabado, intentando cerrar la obra y finalizar un proceso que nunca es fácil”. Acá no existe cabida para la improvisación: “Ponerse delante de una piedra sin tener muy claro lo que vas a hacer es impensable. Sin embargo, en la fase inicial de trabajo previo con las maquetas sí hay margen, a pesar de que mi trabajo se mueve casi de una manera obsesiva en torno a unas pocas formas e ideas”. La textura final, el acabado liso, acariciable y pulido, es también el resultado de un procedimiento extremadamente exigente donde el artista evita dejar la huella de las herramientas sobre la obra, “para que no parezca manufacturado”. Y no sólo no parece manufacturado, sino que se logra una forma perfectamente orgánica y natural, producto de tan disciplinada metodología. Asensio estructura su vocabulario expresivo en torno a unas ideas y formas que repite constantemente como parte de un proceso de análisis e investigación donde explora las innumerables variaciones y posibilidades de cada idea: “Suelo obsesionarme de tal manera que paso temporadas largas soñando que realizo la misma escultura, hasta que la asimilo completamente y forma parte de mí”.

Las esculturas de Juan Asensio sostienen su calidad en el dominio a plenitud de los recursos plásticos, simbólicos, técnicos y expresivos. Gracias a ello logra que la piedra adquiera levedad y maneras sensuales, dobleces, suaves curvas, formas elásticas, formas que no terminan, que se repliegan y vuelven a nacer. Las piedras viven, respiran, vibran en sus texturas. Francisco Calvo Serraller se refiere al valor plástico de la obra de Asensio como un permanente descubrir puntos de vista diferentes: “Cada obra desempeña su propio papel afirmando una posición diferente. El conjunto no es tectónicamente uniforme, no tiene un mismo registro constructivo. Está formado por divergentes. Hay verticales yacientes y horizontales enhiestas. Hay discos de centro rehundido, formas oblongas, cilindros limpiamente partidos o rematados en los extremos de manera cóncava o convexa… Todo este bosque puede organizarse en múltiples posturas cambiantes. La conjunción de las partes exige en cada ocasión un orden diferente”. El tratamiento de la levedad le permite socavar el dogmatismo de la geometría: si bien las formas básicas de su vocabulario acusan la perfección geométrica, esta se deslastra de su rigidez constructiva por medio del manejo de los recursos expresivos. La habilidad técnica y lucidez plástica constituyen recursos dirigidos al logro de la exactitud y precisión. Castro Flórez lo define como la encarnación de una estética de la exactitud tal como la refiere Ítalo Calvino en sus Seis Propuestas para el Próximo Milenio: “un diseño de la obra bien definido y calculado; la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables; el lenguaje más preciso como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y la imaginación…”. A los recursos plásticos y expresivos se añade la simplicidad de la forma basada en la complejidad de la experiencia de investigación: “La aparente simplicidad de formas e ideas ocultan un complejo y laborioso escenario en el cual el artista conjuga exquisitamente su singular manera de entender la escultura y su compromiso personal con la búsqueda de lo estrictamente esencial”. Asensio orienta su búsqueda hacia la “simplicidad formal, la sobriedad de las texturas, la austeridad expresiva, la búsqueda de lo esencial y el rechazo de lo anecdótico y superfluo. La obra está impregnada de una idea de exactitud formal que la hace cercana a la pureza”.

El manejo del espacio es verdaderamente notable. Las piezas activan elementos arquitectónicos, memorias de ruinas, ámbitos de antiguos templos. Los colores y texturas de las piedras contribuyen a despejar el despojado resultado final de sus formas esenciales, refinadamente orgánicas: “No hay en la obra de Juan Asensio fragilidad conceptual alguna, no hay espacio para la anécdota, para lo superfluo. Todo en su obra está encaminado a conseguir el todo de la manera más sencilla, que le confiere más riqueza y singularidad”. A los valores plásticos se suma la eficiencia en la conducción de la horizontalidad/verticalidad de las esculturas y sus resonancias simbólicas: “Si la verticalidad se asocia a la espiritualidad”–declara el artista– “la horizontalidad está más relacionada con lo terrenal, con el paisaje. Este tipo de asociaciones simbólicas que ha existido desde siempre en nuestra memoria no se corresponde con mis planteamientos. Abordo con la misma intencionalidad una obra casi plana, que se curva suavemente, como si respirara, que otra vertical que mira al cielo. Por su parte, la verticalidad en la escultura forma parte de los arquetipos que llevamos repitiendo desde que el hombre tuvo conciencia de sí mismo y puso una gran piedra en vertical”.

Otro aspecto importante es el trabajo con las escalas. Asensio prefiere la escala humana por la intimidad y comprensión espacial que proporciona en la relación obra/espectador. Es una relación física, táctil, contraria al tipo de vínculos que se tiene cuando la pieza la sobrepasa para abordar el espacio público, pues la pieza compite con un entorno que casi siempre le perjudica. Con la escala humana, los problemas de perspectiva y las distorsiones se controlan perfectamente lo cual, sin duda, se aprecia en sus Columnas. En estas piezas, iniciadas hacia el año 2002, se integran formas sinuosas a la verticalidad de la columna. Las variaciones geométricas se vuelven cada vez más flexibles y la organicidad es evidente. Los cilindros de superficies planas se tuercen poco a poco, elevándose del suelo. Asensio destaca la organicidad de estas piezas en los siguientes términos: “en ellas se puede apreciar con claridad formas que recuerdan el desarrollo y crecimiento de los árboles y plantas, aunque desde un reduccionismo geométrico”. Las Columnas destacan por la sobriedad de sus texturas, su austeridad expresiva y la inquietud que genera la leve inclinación que desarrollan, pues nunca llegan a ser completamente verticales. En ellas se manifiesta plenamente la búsqueda de las esencias, pero a la vez, la naturaleza penetra su sobrio alfabeto. En otros casos, como el de las piezas circulares, la estructura se construye a partir de giros sobre el eje de la piedra. Son obras que invitan a una suavidad sensible. Sus ángulos rectos o semiagudos proporcionan el necesario equilibrio dentro de la composición. Las obras redondeadas, dobladas y desplazadas profundizan las cualidades táctiles del trabajo de Asensio. Alcanza grados extremos de ductilidad del material, que llega a semejar una flexible lámina: “curva la materia, disipa los bordes, manteniendo en todo momento una especie de respeto absoluto por aquello que tiene entre las manos. Compone una obra que impone su presencia”. En las piezas organizadas en líneas paralelas, el rigor formal es matizado a través del manejo de cavidades dentro de los volúmenes. Con todas ellas, el artista permite acceder a estados de contemplación. Sus elegantes contornos, lenguaje poético y sutil tratamiento de los bordes, construyen un universo intimista y a la vez ancestral en las formas arquetipales que maneja. Son poemas primordiales, especies de extractos de antiguas ruinas que activan la experiencia estética desde el horizonte de la exactitud y la perfección. Las leves variaciones refuerzan el dinamismo de la propuesta. Con elementos mínimos se obtiene un altísimo grado de emoción poética. Asensio niega la belleza fácil y vacía. Nos permite transitar por el silencio y el misterio de aquella belleza primigenia que se ha perdido en medio de un mundo de innecesarias confusiones y desorientadores ruidos mediáticos de la creación artística contemporánea.

 María Luz Cárdenas.