Edgar Sánchez 2021

Edgar Sánchez

Edgar Sánchez es uno de los creadores que con mayor solidez, profundidad y consecuencia ha trabajado la figuración en el arte venezolano del siglo XX, con valiosos aportes al respecto.  Sin saltos ni contradicciones, transita las vías ocultas de la condición humana, desde sus más feroces y lacerantes conflictos hasta llegar a la médula de un paisaje donde la misma condición humana permanece detrás de lo apenas visible. La obra adquiere dimensiones tan radicales que permiten reconstruir la noción de la figura y el rostro. El lienzo se convierte en un tejido de planos, transparencias, huellas, texturas, luces y sombras que han proporcionado contribuciones originales a las artes plásticas en América Latina, enriqueciendo notablemente sus posibilidades discursivas.  El otro rostro presenta su trabajo más reciente, realizado desde el año 2020 en época de pandemia.  El rostro ha permanecido en las perspectivas de su pintura como un capítulo recurrente de acción. Son rostros llenos de silencios, interrogantes, más allá de sus propias formas, tratando de encontrar una razón de su existencia. Son rostros/visiones y rostros/imagen que, si bien guardan relaciones con las figuras más clásicas del género retratístico, no deben ser consideradas meros retratos. En ellos el problema se ubica en un plano muy interior: la figura no es más un vínculo con los problemas del ser, de ahí su alejamiento, distancia o soledad en medio de una nítida belleza. Sustituye la fisonomía tradicional por formas fascinantes, su contenido imaginativo y por la profundidad de su significación.  

El manejo de los recursos plásticos constituye una de las fuentes de construcción del discurso en la obra de Edgar Sánchez.  Su rigor de oficio es tan refinado y preciso que se convierte en un rasgo luminoso de la expresión. La exquisita técnica se apoya en su privilegiado sentido de operación por contrastes entre luces y sombras, su extraordinaria capacidad de organización de la obra a través del color y el manejo decantado de la composición de estructuras y texturas.  Lo que se inicia como un rostro de precisión completamente realista, va poco a poco desintegrándose hasta forjar planos casi abstractos. El artista fundamenta un imaginario de los dramas humanos, sostenido en sus logros por el extraordinario dominio del dibujo y la pintura. Edgar Sánchez ha comprendido que no es posible recurrir al rostro como objeto de un retrato preciosista, sino como territorio de emociones. El lienzo se convierte en un tejido de planos, transparencias, huellas, texturas, luces y sombras, redes de superficies entramadas o detalles al extremo del realismo, esto le ha proporcionado contribuciones originales a las artes plásticas en América Latina y enriquecido notablemente sus posibilidades discursivas.

Los rostros crecen como verdaderas diosas, se convierten en reinas espectrales, irradian o poseen una luz que está en todas las cosas; algo de mí queda en ellos, en su escritura, como quedaría también en el trazo de Rembrandt y la línea de Durero”.

Yo describo con minuciosidad un hecho visual donde cada ranura, rasgo o cicatriz tiene un orden estricto en pos de la consecución de un clima… Lo que me interesa es crear una atmósfera, producto de la compenetración de situaciones opuestas.  El clima producido es hermoso. Me interesa esa forma de belleza. Estoy consciente que mis motivos plásticos no son de una belleza convencional, pero sí rodeados por una superficie plástica hermosísima”.