MAX BILL
(1908 – 1994)

«Estoy en contra de la enseñanza académica del arte. El que quiera dedicarse al arte debe tener otra profesión. Yo mismo me negaría a no producir más que obras».

Nació en 1908 en Winterthur, una ciudad obrera cerca de Zúrich. A la principal ciudad suiza iría a estudiar orfebrería, en la Escuela de Artesanía (Kunstgewerbeschule), antes de comenzar sus estudios en 1927 en La Bauhaus. Allí recibiría clases con personajes del calibre de Vasili Kandinsky, Paul Klee, Josef Albers, László Moholy-Nagy y Walter Gropius. Bill permanecería dos años en Dessau, durante los cuales asimiló las enseñanzas de la escuela y definió las líneas generales de su obra.

«En 1926, Le Corbusier dio una conferencia en Zurich. Aquello fue muy importante para mí. Me di cuenta de que con lo que había hecho hasta entonces no iba a ninguna parte. Pensé: debo recomenzar de cero. Poco tiempo después, en el escaparate de un librero, veo la revista de La Bauhaus, y me entero de que había vuelto a abrir, que se había instalado en Dessau. Entonces me dije: ahí tengo que ir, y ahí me presenté. Estuve en Dessau de 1927a 1929».

Tras acabar sus estudios se mudó a Zumikon, en el cantón de Zurich, y formó parte de diversas asociaciones artísticas como por ejemplo “Abstracción-Creación”, en la que junto con otros artistas abstractos planteaba un debate estético al surrealismo. En los años cincuenta realizó el proyecto de la Escuela de Diseño de Ulm, de la que fue rector y profesor durante tres años, mientras se dedicaba a organizar exposiciones, como «Die Gute Form», planear el pabellón suizo para la Triennale de Milán, o trabajar como diseñador. Entre sus diseños más destacables se encuentran los que realizó para la firma Junghans: una serie de relojes de cocina, de pared y de pulsera, que han permanecido casi sin alteración alguna, que se caracterizan por la representación tan sencilla y a la vez precisa del tiempo.

«El color tiene una función muy distinta que la estructura en pintura, o que el espacio y la materia en escultura. Los colores vibran, los bordes de los colores vibran. Me interesa esa sucesión de vibraciones. Un cuadro, por su vibración, tiene una razón de ser. Se produce energía sin que haya fuente alguna. La fuente son los colores, la contradicción o la armonía que reina entre los colores.

Max Bill murió en 1994, en Berlín, dejando como legado una colección tan amplia que un intento de abarcarla al completo es casi imposible.