HENRY MOORE
(1898 – 1986)

Nació en Castleford, Reino Unido, el 30 de julio de 1898. Hijo de un minero, comenzó a interesarse por el arte en la escuela primaria de su pueblo natal, donde moldeaba arcilla y tallaba madera. A los 11 años de edad, decidió convertirse en escultor tras oír hablar sobre Miguel Ángel. Moore decidió tempranamente que quería convertirse en un artista, pero sus padres no estaban de acuerdo con su deseo de estudiar escultura ya que creían que era una vocación sin futuro.

Cuando cumplió 18 años de edad, fue reclutado por el ejército para la Primera Guerra Mundial, convirtiéndose en el miembro más joven del regimiento Prince of Wales’s Own Civil Service Rifles. Moore fue herido en 1917 durante un ataque de gas en la Batalla de Cambrai y, tras recuperarse en un hospital, pasó el resto de la guerra como entrenador físico. En 1919, culminada la Guerra, se convirtió en el primer estudiante de escultura del Leeds College of Art and Design. Allí conoció a Barbara Hepworth, con quien entabló una amistad que duraría años.

Aunque nunca abandonó las tallas, Moore acabó descubriendo que el bronce le brindaba más libertad para inventar formas. Sus creaciones ganaron en tamaño a medida que el establishment y los numerosos encargos para esculturas públicas, ideales para romper la monotonía de la campiña inglesa, le ofrecían más y más posibilidades. “La diferencia entre modelar y tallar es que modelar es más rápido y proporciona la oportunidad de desprenderse de las ideas de uno”, escribió en 1954.

Moore encontró inspiración en las formas maya-toltecas y mesopotámica, antes de entregarse a las expresiones abstractas. Para el inglés, la verdad de la escultura era moral, y debía florecer siempre desde el interior hacia fuera. “Parece como si la forma está presionando desde dentro para salir al exterior o liberar la fuerza que contiene”, solía repetir. Rechazaba la búsqueda de la belleza al estilo de los clásicos o del Renacimiento. Desde 1930, la figura tendida y la maternidad se convirtieron en dos de sus temas preferidos, a los que se añadieron más tarde las pequeñas cabezas y los grupos familiares.

“Uno de los ámbitos más interesantes es el que compromete al artista con su tiempo; en él descubrimos al activista en su lucha contra el fascismo. La serie de dibujos de guerra que tomaron como modelo a los refugiados de la red de los túneles del metro londinense (hileras interminables de figuras yacentes) son tan valiosos como sus esculturas, y heredan toda la fuerza y el tenebrismo de un Goya o un Rembrandt”, sentencia Angela Molina, curadora.

Las últimas tres décadas de la vida de Moore transcurrieron entre encargos de esculturas de gran tamaño para ser ubicadas en espacios públicos y en innumerables retrospectivas alrededor del mundo. Para finales de los setenta se realizaban en promedio 40 exposiciones de sus trabajos al año.

Henry Moore murió el 31 de agosto de 1986 en su hogar en Much Hadham (Hertfordshire) a los 88 años. Fue enterrado en la Artists Corner (la esquina de los artistas) en la Catedral de San Pablo de Londres.

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