Die Himmelsplaste – 2002

Óleo, emulsión, acrílico y plomo sobre lienzo

75,5 x 130,7 x 9,8 in

192 x 332 x 25 cm

El arte de la guerra

Anselm Kiefer es uno de los pintores y escultores más importantes del siglo XX. Sigue la corriente del neoexpresionismo, la del arte posmoderno que surgió en la década de los ochenta. Vivió su infancia en Rastatt, rodeado de un duro contexto de recuperación moral luego del conflicto. Comenzó a estudiar artes plásticas en Friburgo de Brisgovia, en Karlsruhe, con el profesor Horst Antes. Luego en Düsseldorf, donde fue alumno de Joseph Beuys. También estudió Derecho y lengua francesa. Sus primeras creaciones se centraron en el terreno de la instalación y el happening. Después llegó la pintura.

A finales de los sesenta, en una primera, controvertida y entonces mal entendida declaración artística, Kiefer se retrataba a sí mismo ataviado con el antiguo uniforme militar de su padre y replicando el saludo nazi ante prominentes localizaciones en Europa. “Aquella obsesión del autor contra la amnesia social y política ha sustentado a lo largo de más de cuatro décadas una obra singular que recurre a materiales evocadores de las ruinas de la posguerra para sumergirse en el pasado reciente de su país a partir de una iconografía plagada de símbolos. Un centenar de cuadros e instalaciones a gran escala, construidos con cenizas, tierra, paja, plomo u hormigón”, explica Patricia Tubella, crítico de arte.

Una serie de fotos en la que el artista hacía énfasis en el papel de la ocupación en el nazismo, además de la actitud simpatizante y colaboracionista de países que después quisieron borrar con premura todo rastro de admiración por el Tercer Reich. Piezas de arte desafiantes, cuya imaginería nacionalsocialista era ilegal en la Alemania de la posguerra, abocada a la pérdida de memoria para conjurar el sentimiento de fragilidad, vergüenza y culpa. Su primera individual la presentó en Karlsruhe en 1969, con la serie de pinturas Ocupaciones. Ha expuesto en la documenta de Kassel (1977, 1982 y 1987), en las Bienales de Venecia (1980) y París (1985), y en la Städtische Kunsthalle de Düsseldorf (1984). Kiefer cuenta con una importante colección de sus obras en el Museo Guggenheim de Bilbao desde 1990.

«El arte es un intento de llegar al mismo centro de la verdad. Nunca puede, pero es capaz de acercarse bastante», afirma Kiefer.

Desde 1993, vive y trabaja en Barjac, un pequeño pueblo francés cerca de Avignon, donde ha creado un laboratorio artístico que le permite conjugar ideas y materiales que transforma en nuevas experiencias artísticas.